Ocho artistas se reúnen en la Galería Gabriela Mistral, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, bajo la curaduría de Cristián Silva. Se trata de los mexicanos José Dávila, Gonzalo Lebrija, Augusto Marbán y Fernando Palomar, quienes exponen junto a las chilenas Johanna Unzueta, Alejandra Prieto, Francisca Sánchez y Livia Marín.
Ministro de Cultura, Ernesto Ottone; Embajador de México en Chile, Otto Granados; curador Cristián Silva; y directora Galería Gabriela Mistral, Florencia Loewenthal.
“Diane Van Deren” es el nombre de la exhibición inaugurada este lunes por el Ministro de Cultura, Ernesto Ottone, quien estuvo acompañado por el Embajador de México en Chile, Otto Granados. La muestra, que reúne el trabajo de cuatro artistas mexicanos y cuatro chilenas de vasta circulación internacional, se enmarca en la celebración de los 25 años de la Galería Gabriela Mistral, perteneciente al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, coincide además con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Chile y México.
En el discurso inaugural el Secretario de Estado destacó el aporte que ha significado la Galería para la escena de las artes visuales chilenas: “Se ha constituido como un actor clave para el desarrollo de la expresión artística en nuestro país y la promoción de creadores independientes. Me atrevo a decir sin temor que la Galería Gabriela Mistral es un espacio único dentro del circuito de las artes visuales, guiado primeramente por un sentido de lo público”, afirmó.
El Embajador de México, Otto Granados, manifestó que de los artistas mexicanos que exponen su trabajo “ninguno estudió arte, todos vienen del campo de la arquitectura, publicidad, de otras disciplinas afines, y además los cuatro han hecho una parte de su carrera fuera de Ciudad de México. Esto, desde el punto de vista de la descentralización de la creatividad regional, es algo muy novedoso”.
La exposición reúne a cuatro artistas mexicanos -José Dávila, Gonzalo Lebrija, Augusto Marbán y Fernando Palomar- y cuatro artistas chilenas -Johanna Unzueta, Alejandra Prieto, Francisca Sánchez y Livia Marín- quienes realizan exploraciones sumamente independientes y personales, experimentando con imágenes y materiales provenientes de su propio universo mental, conectando el plano autobiográfico y cotidiano con contextos e ideas más universales.
Cristián Silva, el curador, es un artista chileno que entre el 2000 y el 2010 -período que comprende la curaduría- vivió en México, desde donde se movió hacia otros países, enriqueciendo su mirada y su práctica de arte. De vuelta a Chile, ha seguido transitando por múltiples lenguajes y disciplinas, incursionando en la escritura, la curaduría y la docencia, sin perder su propio sello, caracterizado por la agudeza para integrar elementos y mundos heterogéneos. El encargo que la galería le hizo fue realizar una puesta en escena que diera cuenta de la generación de artistas que emergió en Chile entre 2000 y 2010. “Yo no estuve en el país justo en ese período y es por eso que decidí hacer algo muy honesto, desde mi propia experiencia, e incorporar el trabajo de artistas mexicanos con quienes compartí durante muchos años. Desde ahí busqué conexiones con lo que sucedía en Chile en ese momento, y decidí convocar a un grupo de artistas chilenas por cuyas obras siento gran admiración y con quienes también he trabajado anteriormente en varios proyectos. Todos ellos comparten un espíritu de obra en común y carreras con un alto nivel de circulación internacional”, explica.
El título con que Silva bautiza esta muestra colectiva no deja de ser curioso: Diane van Deren. Es el nombre de una ultramaratonista estadounidense quien saltó a la fama durante la década del 2000 porque, pasados los 50 años, ganó la maratón más dura del mundo. Y así ha seguido corriendo carreras de cientos de kilómetros, por más de 22 días y en condiciones extremas, sin mostrar señales de cansancio físico. Antes de realizar estas hazañas, la mujer fue sometida a una lobotomía que la curó de una epilepsia pero que le trajo una secuela aún más gravitante: perdió la memoria de corto plazo. Precisamente es esa condición la que le permite llevar su resistencia al límite, ya que no tiene noción del paso del tiempo ni de la ubicación espacial, por lo que corre y corre sin atender a la dificultad del desafío y sin agobiarse sicológicamente.
Esta historia estimuló la imaginación del curador y se ofrece como una metáfora que refleja la actitud de los artistas de la muestra, cuyas obras corren por sus propias pistas atendiendo a las pulsiones de su energía personal. Pero también le interesó abordar la forma en que estas obras procesan el tema de la memoria, ya no desde el habitual enfoque que en Chile está asociado a la historia política reciente, sino desde cruces más abiertos, diversos y equívocos.
La exhibición contempla más de 30 trabajos, en lenguajes de instalación, fotografía, objetos, gráfica y video, siendo este último formato protagónico en el montaje. Se trata de breves piezas que cuentan micro historias, momentos, situaciones que escapan a la lógica racional o a los modelos más ortodoxos para interpretar el mundo.