PUBLICADO EL 02 NOVIEMBRE, 2010 Opinión: Una relación urgente

Escribe Ministro de Cultura Luciano Cruz-Coke
Fuente: La Tercera

Las industrias culturales chilenas tienen todo por construir y constituyen oportunidades ciertas de inversión.

La cultura es un problema para los economistas: no provee datos permanentes, es difícil de someter a reglas y de teorizar a partir de ella… y, sin embargo, encarna ese conjunto de creatividad y tradiciones que nos define como sociedad. Por su parte, el mundo de la cultura anda a patadas con la economía, preguntándose permanentemente por qué el mundo no ve su valor y debe recurrir a aquella banca de inversión para proyectos culturales conocida como las «3 F»: friends, fools and family.

Sin embargo, desde fines de los años 60 se ha desarrollado una disciplina híbrida denominada Economía de la Cultura, que aplica la metodología propia de la economía para analizar y defender -en un mundo marcado por el lenguaje económico- políticas de incentivos para atraer no sólo recursos, sino también mayor público al mundo cultural. Más importante aún, este híbrido ha demostrado que la cultura, a la vista de los números, tiene mucho que decir en cuanto a desarrollo. Los emprendimientos culturales generan no sólo oportunidades de inversión y empleo, sino que tienen, además, un valor agregado único: construyen y difunden la identidad cultural de un país.

Esta mirada ha estado ausente del debate sobre desarrollo cultural en Chile. Hasta ahora, que el Consejo de la Cultura realizará el Primer Seminario de Cultura y Economía, donde la mirada de expertos como Ruth Towse dialogará con la de emprendedores culturales internacionales. Fruto del interés que generó la reciente misión del gobierno a Los Angeles, participarán también Lloyd Segan y Sam Nicholson, empresarios de la industria del entretenimiento en EEUU (que sólo el 2009 generó beneficios por US$ 726.000 millones, en cifras de Pricewaterhouse Coopers).

Cualquiera que ha estado ligado a algún emprendimiento cultural sabe de la potencia que genera en la comunidad en que se inserta: no sólo empleos y capacitación, sino también fortalecimiento de la identidad y, sobre todo, del consumo cultural, hoy estancado en Chile. Hay países que han tomado firmemente la decisión de impulsar el crecimiento de una economía de la cultura, como Nueva Zelandia, Australia y, más cercanos, México y Colombia, que han entendido los beneficios que tiene integrar el ámbito cultural a la construcción de una imagen país, con mecanismos de incentivos necesarios y gestión de recursos públicos de manera focalizada.

Industrias culturales como las nuestras tienen todo por construir y constituyen oportunidades ciertas de inversión. Nuestra industria cinematográfica cuenta con buenos servicios y grandes posibilidades de expansión, tal como nuestro turismo, que tiene infinitas posibilidades de construir productos culturales asociados a la necesaria infraestructura. Respaldados en la inagotable fuente de ingenio y creatividad que ha caracterizado al pueblo chileno y su cultura, estamos enfocando esfuerzos y coordinándonos con otros ámbitos de gobierno para implementar políticas de fomento a las industrias culturales, en especial de los sectores audiovisual, musical, editorial, turística y de diseño, entre otras. Sólo así lograremos que cultura y economía sean dos disciplinas que caminan de la mano en la construcción de un desarrollo integral para nuestro país.