Orquesta de Cámara de Chile

PUBLICADO EL 14 OCTUBRE, 2024

Conciertos 10 al 13 octubre 2024

Repertorio interpretado en Las Condes, Cerro Navia, Ñuñoa y Viña del Mar, bajo la conducción de la directora invitada, Stephanie Praduroux (Italia) e Isidro Rodríguez, como violín solista.

Ludwig van Beethoven (1770 — 1827)

Obertura de Las criaturas de Prometeo (Op. 43)

Es una obra orquestal temprana de Beethoven, compuesta en 1801 como introducción a su único ballet, Las criaturas de Prometeo, que destaca por su energía dramática y estilo elegante; y la evolución creativa del músico hacia su estilo heroico, que dominaría en sus composiciones posteriores.

Se estrenó en marzo de 1801 en el Burgtheater de Viena, y aunque la coreografía y el libreto del ballet se han perdido en gran medida, la música de Beethoven ha perdurado, especialmente su obertura y algunas de las melodías que reutilizó más adelante en otras composiciones.

El mito del titán que roba el fuego a los dioses para dárselo a la humanidad, simboliza el espíritu revolucionario de la época. Beethoven encontró en la figura de Prometeo una metáfora poderosa para la lucha por la libertad, el conocimiento y la elevación del ser humano.

La Obertura de Las criaturas de Prometeo es una pieza compacta, de unos cinco minutos de duración, que establece el tono dramático y heroico del ballet. Sigue la estructura clásica de una obertura de concierto y se organiza en forma sonata, con una introducción lenta seguida de una sección rápida.

Introducción lenta (Adagio – Allegro molto con brio): La obertura comienza con unos acordes solemnes y enérgicos en la tonalidad de mi bemol mayor, una tonalidad que Beethoven usaría con frecuencia. Estos acordes iniciales introducen una atmósfera de grandeza y anticipación. Tras la introducción, emerge un tema rápido y enérgico, lleno de vitalidad rítmica y contrastes dinámicos.

Sección rápida (Allegro molto con brio): En el desarrollo de esta sección, Beethoven emplea una combinación de melodías brillantes y una rítmica vigorosa. Los temas se presentan de manera clara y directa, con una orquestación luminosa, especialmente en los instrumentos de viento. Aquí, ya se percibe el carácter heroico que marcaría la música de Beethoven en los años siguientes, con un impulso hacia el dramatismo y la construcción de tensión que es liberada en las frases finales.

 

Alejandro Guarello (1951 —)

Ricorda Concierto para violín y orquesta

Estreno del concierto para violín y orquesta, con el violinista Isidro Rodríguez como solista, constituye el segundo concierto para violín y orquesta escrito por el compositor.

En sus propias palabras, Guarello nos brinda un adelanto de la obra:

“Teniendo en cuenta que el primer concierto de 1994 lleva por título CORDA, este segundo concierto, a modo de una reiteración, lleva el título de RICORDA. El vocablo “corda” se refiere a la naturaleza del violín en cuanto a instrumento de cuerda pero que tiene relación a una obra para violín solo escrita especialmente para Isidro Rodríguez en el año 1991, llamada “Solitario IV”, ya que se utiliza como material de composición la afinación de las cuatro cuerdas del violín.

Sin embargo, en “RICORDA”, el material ya no proviene de “Solitario IV” sino de “Solitario VI”, una obra escrita para oboe solo. Y tal como ocurrió con la obra “Corda” que se basa en una obra anterior, las estrategias creativas y de transformación en forma de concierto, la obra de oboe solo se transforma en un concierto, en este caso, para violín.

La obra se desarrolla sin interrupción, como en un solo movimiento, y va relacionando el material sonoro propuesto por el violín con la intervención de la orquesta que “comenta” algunas ideas musicales surgidas de parte del solista.

La sonoridad es variada y la obra transcurre a través de diversos momentos y texturas sonoras que contrastan entre si pero que, sin embargo, están compuesta de un solo material que aparece enunciado con la primera participación del violín. De este modo, aunque no guarda relación con la forma tradicional de las variaciones musicales, es una idea inicial que permanece durante la obra adquiriendo diversos aspectos que pueden, incluso, a llegar a ser contrarios”.

 

Franz Schubert (1797 — 1828)

Sinfonía n° 2, en Si bemol mayor (D. 125)

  1. Largo – Allegro vivace
  2. Andante
  3. Menuetto – Allegro vivace
  4. Presto

Es una de las primeras sinfonías de Schubert, compuesta entre diciembre de 1814 y marzo de 1815, cuando tenía apenas 18 años, que refleja su precoz talento, influido por el clasicismo de compositores como Haydn y Mozart, pero ya con destellos de su estilo.

La sinfonía sigue el esquema clásico de cuatro movimientos, aunque con algunas peculiaridades que ya anticipan las tendencias líricas y emocionales que caracterizarían las composiciones más maduras de Schubert.

El primer movimiento comienza con una introducción lenta y solemne (Largo), que rápidamente da paso a un Allegro vivace lleno de energía. A pesar de su juventud, Schubert muestra una gran destreza en la orquestación, con temas ligeros y lúdicos que recuerdan a Haydn, pero también con un lirismo y una dulzura que ya es característicamente schubertiano.

El segundo movimiento es más tranquilo, con una melodía suave y fluida que se despliega de manera contemplativa. Aquí se ve la capacidad del músico para escribir melodías largas y expresivas, con un encanto casi pastoral.

El tercer movimiento es un scherzo en forma de minueto. Tiene un carácter ligero y alegre, casi juguetón. El trío, como es típico, proporciona un contraste más suave y lírico.

El final de la sinfonía es un torbellino de energía. Este movimiento es rápido y vibrante, con ritmos dinámicos y contrastes entre los diferentes grupos instrumentales. Aunque conserva la estructura clásica, Schubert experimenta con la tensión rítmica y el uso de dinámicas, mostrando una madurez sorprendente para su edad.

 

Volver arriba