Orquesta de Cámara de Chile

PUBLICADO EL 31 JULIO, 2025

Conciertos 23, 24 y 25 julio 2025

Repertorio interpretado en Las Condes, Curacaví y Ñuñoa, bajo la conducción de la directora invitada Paula Torres (Colombia)

 

Camille Saint-Saëns (1835–1921)
Suite en Re mayor, Op. 49

Compuesta en 1863 y revisada para orquesta en 1889, la Suite es una obra que revela la doble naturaleza estética de Camille Saint-Saëns: por un lado, un apego a las formas clásicas heredadas del Barroco; por otro, una sensibilidad moderna que supo abrazar la riqueza tímbrica y expresiva del siglo XIX. Inicialmente concebida como una suite para armonium y cuerdas, fue posteriormente orquestada por el propio compositor para una plantilla más amplia, incorporando maderas, metales y percusión, lo que le dio un alcance sinfónico más pleno.

La obra está estructurada en cinco movimientos, cada uno de ellos evocando un carácter distinto, con una clara inspiración en las formas de danza barroca:

  • Prélude. De carácter solemne y majestuoso, establece el tono general de la suite con una nobleza que recuerda el espíritu de la obertura francesa. Su escritura clara y armónica se apoya en una retórica clásica, aunque enriquecida por sutiles modulaciones que recuerdan a Bach.

  • Sérénade. Una pieza encantadora de lirismo íntimo. El tratamiento melódico es delicado, casi camerístico, y se despliega sobre una base armónica transparente, en la que el violonchelo y los vientos dialogan con gracia.

  • Menuet. Con un ritmo elegante y equilibrio formal, retoma la danza clásica con sensibilidad romántica. El trio central ofrece un respiro pastoral con timbres ligeros y ornamentación refinada.

  • Gavotte. Viva y llena de carácter, despliega un ritmo ágil y cierto espíritu juguetón. Saint-Saëns actualiza esta danza barroca mediante una escritura orquestal colorida y un uso inteligente de las maderas.

  • Finale. El movimiento conclusivo, enérgico y expansivo, es el más desarrollado de la suite. Construido sobre una estructura cercana a la forma sonata, culmina en una coda brillante y afirmativa, que cierra la obra con claridad y fuerza.

Duración aproximada: 25 minutos

 

Camille Saint-Saëns (1835–1921)
Romanza para violín y orquesta en Do mayor, Op. 48

Compuesta en 1874, la Romanza para violín y orquesta, Op. 48, es una obra breve, pero de gran encanto lírico, que revela el refinamiento melódico y la sobriedad expresiva del autor. Escrita en un solo movimiento, esta pieza forma parte de una serie de romanzas que el compositor dedicó a distintos instrumentos, en un claro gesto hacia el género de carácter íntimo y cantabile que floreció en el siglo XIX.

La obra fue dedicada al violinista Pablo de Sarasate, con quien Saint-Saëns mantuvo una estrecha colaboración artística. Su lenguaje sobrio pero elegante se aleja del virtuosismo exhibicionista, para centrarse en una línea melódica fluida, sostenida sobre una orquestación sutil y transparente. El violín, más que imponerse, canta con nobleza sobre un lecho orquestal cálido y sereno.

El encargado de interpretar el violín solista es Marco Fernandez, miembro de la Orquesta de Cámara de Chile desde 1983, destaca por su versatilidad y calidad técnica.

La pieza tiene una primera sección establece un tema amplio y doliente, seguido por una sección intermedia en la que la tensión se incrementa levemente mediante modulaciones y breves episodios dialogados entre solista y orquesta. La sección final retoma el tema inicial, ahora con una ornamentación más libre, que conduce hacia una conclusión introspectiva.

La Romanza, aunque breve, revela varios de los rasgos esenciales del estilo de Saint-Saëns: la claridad formal, el control expresivo, la economía de medios y una sensibilidad melódica que, si bien contenida, es profundamente conmovedora. Su ejecución requiere no sólo técnica, sino también madurez interpretativa y sentido del fraseo.

Duración aproximada: 7 minutos

 

Felix Mendelssohn (1809–1847)
Sinfonía n.º 1 en Do menor, Op. 11

  1. Allegro di molto
  2. Andante
  3. Menuetto e Trio
  4. Allegro con fuoco

La obra fue completada en 1824, cuando Mendelssohn tenía tan solo 15 años, y no es simplemente una obra juvenil, sino una partitura sorprendentemente madura que revela el dominio técnico, la imaginación formal y la sensibilidad orquestal de un compositor precoz, completamente imbuido del legado clásico y con una voz propia. Aunque fue precedida por al menos una docena de sinfonías para cuerdas (compuestas entre los 12 y los 14 años), esta fue su primera sinfonía para orquesta sinfónica completa y la primera en ser publicada.

Se estrenó en Leipzig en 1827 bajo la dirección del propio músico. La sinfonía refleja la influencia directa de Mozart, Haydn y sobre todo Beethoven, especialmente su Quinta y Septima sinfonías, tanto en la elección de la tonalidad como en el tratamiento rítmico y la arquitectura del discurso musical.

El primer movimiento, en forma sonata, abre con una energía incisiva y un dramatismo beethoveniano. Un motivo musical, combinado con una orquestación viva, sostiene un desarrollo vigoroso donde la tensión se construye mediante el juego de dinámicas, modulaciones y texturas contrastantes.

El segundo movimiento en Mi bemol mayor ofrece un respiro lírico y cantabile. Aquí la escritura melódica, marcada por un fraseo amplio y una noble serenidad, anticipa el lirismo que será característico de las sinfonías posteriores de Mendelssohn, como la Italiana o la Escocesa.

La tercera sección es más un scherzo que un minueto tradicional, de carácter agitado e intenso, con ritmos marcados y una tímbrica rica en colores oscuros. El trio central, en contraste, ofrece un episodio de aire pastoral, menos contrastante que en otras sinfonías del período, pero de gran efectividad expresiva.

El movimiento final irrumpe con fuerza, desplegando una escritura brillante, casi concertante en momentos. Un breve fugato recuerda el interés de Mendelssohn por el contrapunto barroco, mientras que el impulso rítmico mantiene un constante empuje hasta la brillante conclusión.

Pese a su juventud, Mendelssohn logra equilibrar forma, invención y control expresivo con una pericia asombrosa. El propio Robert Schumann se refirió a esta sinfonía como un “modelo de lo que puede lograrse con gracia y seriedad a una edad temprana”.

La Sinfonía n° 1 no solo anticipa el futuro sinfonismo romántico, sino que también constituye un testimonio del talento extraordinario de un compositor que, desde su adolescencia, supo combinar clasicismo y originalidad con naturalidad poco común.

Duración aproximada: 30 minutos

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