
PUBLICADO EL 14 OCTUBRE, 2025
Conciertos 07 al 09 de octubre 2025Repertorio interpretado en Providencia, Las Condes y Codegua (Región de O’Higgins), bajo la conducción del Director titular de la OCCh, Emmanuel Siffert; y la participación como solista del violinista de la OCCh Julio Retamal. El concierto programado en Ñuñoa debió suspenderse por causas de fuerza mayor.
Árbol sin hojas
Andrés Maupoint (Chile, 1971)
En esta partitura, Maupoint nos invita a contemplar el silencio y la fragilidad. La obra presenta una estructura libre, más cercana a un poema sinfónico que a una forma tradicional. El discurso se organiza en grandes bloques de densidad cambiante: pasajes etéreos que progresivamente se intensifican hacia clímax de gran tensión disonante, para luego volver a un estado de calma resignada. La falta de un tema claramente reconocible refuerza la idea de vacío y desolación que evoca el título.
La música no se mueve con prisa, sino que respira lentamente, como un paisaje invernal donde el tiempo parece detenido. Las cuerdas, en un murmullo suspendido, evocan ramas desnudas que aún se alzan hacia el cielo. A ratos, la calma se quiebra en oleadas sonoras, como si un viento invisible agitara el árbol solitario. No hay melodías fácilmente reconocibles, sino gestos, atmósferas y destellos que se desvanecen. El final, despojado y tenue, nos deja con la sensación de haber asistido a un instante de contemplación íntima, un reflejo sonoro de la soledad y la resistencia.
Concierto fúnebre para violín y orquesta de cuerdas
Karl Amadeus Hartmann (1908–1964)
El Concierto fúnebre es valorado tanto por su profunda expresividad como por su claridad formal: una síntesis de modernismo armónico con la fuerza simbólica de la cita melódica. La obra fue escrita en los albores de la Segunda Guerra Mundial, y estrenada en 1940. Es un grito contenido frente a la barbarie. Desde los primeros compases, el violín parece llorar en soledad, elevando un canto doliente sobre un lecho de cuerdas graves. Luego, en su centro, la obra se ilumina con una melodía prestada del Wenzel-Lied, un himno checo medieval , que aquí se transforma en un gesto de solidaridad y resistencia con las víctimas de la ocupación alemana en Checoslovaquia. El violín canta esa melodía con dignidad, rodeado por un contrapunto que la sostiene como si fueran voces humanas.
Pero la esperanza se ve interrumpida por un estallido: un movimiento breve y violento que irrumpe como la sombra de la guerra. Finalmente, el coral que cierra la obra trae consigo una calma austera, una especie de paz resignada. Es música de duelo, pero también de fe en la humanidad, que se alza a pesar de la devastación.
La obra se ha convertido en uno de los conciertos más interpretados de la música de posguerra, valorado por su intensidad expresiva y su profundidad ética.
Suite nº 2 para orquesta de cámara
Bernard Reichel (1901–1992)
La música de Bernard Reichel se despliega como una conversación delicada entre voces instrumentales. En esta Suite, los movimientos parecen cuadros sonoros que alternan entre la solemnidad y el juego. Una introducción de líneas imitativas abre paso a un Air sereno, en el que las cuerdas cantan con un recogimiento casi espiritual. Luego, la danza irrumpe con un Scherzo vivo, ligero y travieso, que juega con cambios rítmicos inesperados. El Finale cierra la obra con alegría luminosa, donde los motivos se persiguen en un rondó vibrante que recuerda tanto a la música coral como al folclore estilizado.
Reichel consigue una transparencia especial, su orquestación suena ligera, clara, sin adornos excesivos, pero cargada de una elegancia que conecta lo antiguo y lo moderno en un mismo gesto musical.
Suite Karadec
Vincent d’Indy (1851–1931)
El universo de Karadec nos traslada a Bretaña, tierra de leyendas Celtas y paisajes agrestes. Escrita como música incidental para una obra teatral, la suite que d’Indy extrajo respira un aire pintoresco y evocador.
El preludio es introspectivo y envolvente, estableciendo el tono de la obra, explorando diferentes texturas y atmósferas con delicadeza y profundidad. Este movimiento recuerda las introducciones contemplativas presentes en muchas suites barrocas y clásicas, como en las obras de Bach y Couperin. La Chanson, inspirada en la tradición vocal francesa, aporta un carácter melódico y lírico, evocando historias y sentimientos a través de su narrativa musical. La influencia de la chanson francesa del siglo XIX, como en las obras de Gabriel Fauré o Claude Debussy, se refleja en la sensibilidad y poeticismo del movimiento. Al cierre, un movimiento vibrante que combina ritmo y energía, reflejando influencias de géneros más festivos y jubilatorios, con un carácter similar a las suites danzantes del período barroco y conceptos de música popular contemporánea.
D’Indy, heredero de César Franck, logra aquí una síntesis entre la sofisticación de la orquesta y el espíritu del folclore, pintando con sonidos un paisaje que respira tradición y modernidad al mismo tiempo.