Orquesta de Cámara de Chile

PUBLICADO EL 14 ABRIL, 2025

Concierto Ganadores Concurso Jóvenes Solistas “José Chacana”

Concierto junto a los 5 ganadores del Primer Concurso para Jóvenes Solistas.

4 abril, 19:30 horas
Teatro California (Irarrázaval #1532)

Director titular: Emmanuel Siffert

 

Concierto para fagot en Re menor, RV 481
Antonio Vivaldi (1678–1741)

Solista: Carolina Navarro

  1. Allegro
  2. Largo
  3. Allegro

La obra fue compuesta en 1728, y es una de las obras más destacadas del repertorio para fagot del compositor veneciano. Perteneciente a su vasto catálogo de conciertos, esta pieza refleja la maestría de Vivaldi en la escritura de conciertos solistas, un género en el que exploró la interacción entre el solista y la orquesta de una manera única y vibrante.

Al igual que muchos de los conciertos de Vivaldi, está estructurado en tres movimientos: rápido-lento-rápido. El primero se caracteriza por su agilidad y energía, con un constante diálogo entre el solista y la orquesta. A través de un desarrollo melódico dinámico, el fagot se despliega en una serie de pasajes rápidos que requieren gran virtuosismo, mientras la orquesta acompaña con un ritmo pulsante y continuo.

El segundo movimiento, ofrece un contraste dramático. Aquí, el solista adopta un tono melancólico y reflexivo, mientras la orquesta proporciona un fondo armónico más sutil. El lirismo del fagot en este movimiento pone en evidencia su capacidad para producir un sonido cálido y expresivo, cualidades que lo hacen un instrumento ideal para pasajes más introspectivos.

Finalmente, el tercer movimiento, es un retorno a la energía y la vitalidad del primero, exigiendo una demostración de virtuosismo para el fagot, que debe desplegar una serie de rápidos pasajes de notas en staccato y acentuaciones que contrastan con los acordes firmes de la orquesta. La interacción entre el solista y los demás músicos, es un dialogo continuo de llamadas y respuestas, lo que da al movimiento una sensación de juego animado y festivo.

El Concierto RV 481 es una pieza fundamental en el repertorio para fagot, que celebra tanto la destreza técnica del interprete como la expresividad única de este instrumento.

 

Concierto para clarinete nº 3 en Si bemol mayor
Carl Stamitz (1745–1801)

Solista: Isaac Medina

  1. Allegro
  2. Adagio
  3. Rondó: Allegretto

Este concierto es una de las obras más representativas del Clasicismo musical temprano, es una obra fundamental en el repertorio para el clarinete. Su influencia perduró en compositores posteriores como Mozart y Weber, quienes también exploraron el potencial expresivo de este instrumento en sus propios conciertos.

Durante el siglo XVIII, el clarinete emergió como un instrumento solista en la música de concierto. Stamitz, quien trabajó extensamente con clarinetistas virtuosos como Joseph Beer, exploró y expandió las posibilidades técnicas y expresivas del instrumento, contribuyendo significativamente a su repertorio.

El primer movimiento es un vivo y elegante allegro en forma de sonata. La orquesta introduce un tema brillante y articulado, seguido por la entrada del solista con virtuosos pasajes y un desarrollo melódico lleno de expresividad. La cadencia final permite al clarinetista demostrar su destreza técnica y sensibilidad musical.

El segundo movimiento contrasta con el primero, presentando una línea melódica más serena. La instrumentación liviana permite al clarinete destacar con fraseos ornamentados y un lirismo conmovedor, característico de la escuela de Mannheim.

El tercer movimiento es un rondó animado, de carácter ligero y danzante. Su estructura reiterativa permite una interacción lúdica entre el solista y la orquesta, concluyendo con un brillante despliegue técnico.

 

Carl Maria von Weber (1786–1826)
Andante y Rondó Húngaro, Op. 35

Solista: Christian García

Fue escrita en 1818, y se ha consolidado como una de las obras esenciales del repertorio para clarinete solista.

La pieza fue especialmente hecha para el clarinetista Johann Simon Hermstedt, amigo cercano de Weber y una de las principales figuras del instrumento de la época, juntos explotaron las posibilidades técnicas y expresivas del instrumento.

La obra se divide en dos secciones contrastantes. El Andante está marcado por un tono melancólico y expresivo, con el clarinete desplegando una melodía rica en matices y sutilezas. La orquesta acompaña suavemente, creando un ambiente íntimo que resalta la belleza del instrumento. Este movimiento destaca la capacidad del clarinete para expresar una amplia gama de emociones, desde la dulzura melódica hasta pasajes más apasionados.

El Rondó Húngaro, por el contrario, es una fiesta de virtuosismo y exuberancia. Inspirado en las danzas húngaras, especialmente en el estilo de las csárdás, de ritmo rápido y animado, con cambios de tempo que generan una sensación de tensión y liberación. El clarinete brilla, realizando saltos rápidos de registro, variaciones melódicas y pasajes de gran agilidad técnica. La influencia de la música folclórica húngara se percibe en el uso de escalas menores, ornamentación melódica y un carácter vivaz que transmite una sensación de celebración.

Este contraste entre el Andante y el Rondó refleja el enfoque de Weber hacia la creación de un solo de clarinete que no solo muestre la habilidad técnica, sino también la expresividad emocional del instrumento. Además, la obra tiene un fuerte sentido de «diálogo» entre el solista y la orquesta, algo que Weber logró dominar en su vasta producción de música para viento y orquesta.

 

François Borne (1840–1920)
Fantasía brillante sobre Carmen de Bizet para flauta y orquesta

Solista: Javiera Bustos

Pocas obras para flauta han logrado conjugar virtuosismo, lirismo y dramatismo operístico como lo hace esta Fantasía, compuesta a finales del siglo XIX. Basada en Carmen (1875), de Georges Bizet, la versión de Borne reinventa algunos de los momentos más emblemáticos de la partitura original en una estructura libre y exuberante, propia del gusto romántico por las paráfrasis de ópera. Esta forma, popularizada por virtuosos como Liszt y Sarasate, permitía mostrar el dominio técnico del intérprete al tiempo que rendía homenaje a obras líricas populares.

Borne selecciona temas que destacan tanto por su carácter melódico como rítmico: la Habanera (“L’amour est un oiseau rebelle”), con su sensual cadencia, la animada Seguidilla, o el Toreador (“Votre toast, je peux vous le rendre”), con su aire marcial y bravío. Estos fragmentos, reconocibles incluso para quienes no están familiarizados con la ópera completa, son transformados por Borne en pasajes de gran coloratura, con escalas rápidas, arpegios vertiginosos y brillantes trinos que ponen a prueba la agilidad del solista.

Aunque originalmente escrita para flauta y piano, la versión orquestada (frecuentemente utilizada en conciertos) permite a la fantasía desplegar una riqueza tímbrica más cercana al mundo operístico de Bizet. El acompañamiento orquestal no sólo respalda al solista, sino que realza la atmósfera española de la ópera, con un uso evocador del color y el ritmo.

La obra no sólo es una joya del repertorio romántico para flauta, sino también un testimonio de cómo la música de Bizet ha trascendido los escenarios de ópera para convertirse en parte del repertorio universal, reinterpretada y celebrada en múltiples formatos.

 

George Hüe (1858–1948)
Fantasía para flauta y orquesta

Solista: Mara González Pizarro

Esta obra fue escrita en un periodo en el que la flauta experimentaba un resurgimiento como instrumento solista en la música de concierto francesa. Hüe, influenciado por compositores como Debussy y Fauré, creó una obra que combina la expresividad del impresionismo con la tradición de la escritura virtuosa para flauta, muy representativa de la Escuela Francesa de Viento.

George Hüe, compositor francés de finales del siglo XIX y principios del XX, es conocido por su elegante estilo y su refinada sensibilidad melódica. Su Fantasía para flauta y piano, compuesta en 1913, es una de las obras más queridas del repertorio para flauta, destacándose por su lirismo y virtuosismo.

La obra comienza con una introducción libre y expresiva, donde la flauta despliega una melodía envolvente sobre acordes sostenidos en la orquesta. Esta sección establece un ambiente etéreo y misterioso, evocando paisajes sonoros característicos del impresionismo.

A medida que la pieza avanza, la música adquiere un carácter más rítmico y virtuoso. La flauta desarrolla pasajes de gran agilidad, con escalas rápidas y arpegios que exhiben la destreza técnica del solista.

El clímax de la obra combina lirismo y brillantez técnica, culminando en un final enérgico y efervescente. La interacción entre la flauta y los demás instrumentos crea una textura vibrante y llena de color, reflejando la influencia de la música francesa de principios del siglo XX.

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