Participación de Santiago, ciudad de honor en Feria del Libro de Buenos Aires

Relato curatorial

El pabellón chileno contará con un espacio cultural, uno para realizar charlas, conversatorios y encuentros, y una exhibición de libros; y estará centrado en ocho ejes:

1.-El Santiago que se fue

Bajo ese título el destacado folklorista y escritor Oreste Plath nombró a su libro más íntimo, donde retrata con nostalgia el Santiago de inicios del siglo veinte. Se trata de una ciudad pequeña, un damero diminuto que podía atravesarse a pie y que estaba bordeado por vergeles y parques. No existía una red de luz eléctrica integrada, la gente se conocía en las plazas y al no haber mucha industria, la capital chilena no era un polo de atracción para los chilenos del interior. Este entorno casi rural guarda en sí un relato: una capital que habitaba en otro ritmo y cuya aristocracia vivía en casonas coloniales ubicadas en el pleno centro de la ciudad. También está la vida bohemia, las quintas de recreo donde las clases populares festejan, o los bares de hotel donde la socialité se reconoce. Una ciudad a escala humana que ya no volverá y que nunca logró ser del todo una urbe ideada. La historia de Santiago está marcada por la ciudad que no fue. Una sucesión de proyectos inacabados, de los que aún hay huellas, se logra visualizar en la ciudad. Desde la urbe unida por parques, pasando por la ciudad de las diagonales, muchas ideas estuvieron cerca de cristalizarse, pero quedaron suspendidas, añadiendo una pizca de nostalgia a la historia urbana de Santiago.

2.-Santiago champurria

Siglos antes que el extremeño Pedro de Valdivia fundara Santiago de la Nueva Extremadura, entre Plaza de Armas y el Cerro Huelen, diversos pueblos indígenas ya lo habitaban, desde épocas inmemoriales, generando distintas y múltiples capas de convivencia y densidades culturales en el valle del Mapocho. Una importante heterogeneidad social y cultural, fragmentada, en la que se reconocen mapuches de distintas procedencias geográficas, incas, pueblos recolectores de la costa y cordillera, trashumantes, entre otros, que con la llegada de los españoles y, luego de sucesivas migraciones, fue enriqueciendo un mestizaje que subsiste en la retina y la memoria hasta nuestros días. Un territorio al que muchos se fueron acercando, un Santiago champurria que tensiona la historia de mestizaje de los habitantes de la ciudad, y reaparece y persiste en cada uno de los recovecos de su cuerpo urbano. Una historia marcada por ocupaciones cruzadas, por despojos, por el desprecio del origen mestizo, una doble identidad, que no logra pertenencia, que continuamente pugna por construirse y reconstruirse y que añade a sus características, la de habitar Santiago.

3.-El Santiago del estallido

El octubre chileno de 2019 es un hito imposible de borrar en la historia de Santiago, en la historia de las movilizaciones sociales de Chile.  Esa tarde de viernes, tras una semana de protestas bullentes en el centro de Santiago, las estaciones periféricas del metro ardieron. La convergencia del malestar en la plaza pública, plaza “Baquedano”, en sus alrededores múltiples edificios fueron saqueados e incendiados. Tras ello, la ciudad –y el país– se movilizó al ritmo del sonido de las “cacerolas”. En los muros también se materializó el descontento, las calles cambiaron de sentido, de nombres y fueron resignificadas, y esa plaza central, de Santiago y de Chile, cambió de nombre, Plaza Dignidad. Muchos monumentos que llevaban décadas e incluso siglos inalterados, fueron derribados por la ciudadanía. Luego, aparecieron los militares en las avenidas. Con ello, hoy Santiago sigue aquí, construyéndose y reconstruyéndose como lo ha hecho a lo largo de su historia.   Los testimonios de aquel período intenso son parte de nuestro relato hoy, y son parte del relato que vendrá.

4.-El Santiago periférico

La construcción de lo periférico a ese damero central, a la noción del Santiago que se fue, que inicialmente pudo ser vista desde una perspectiva espacial, hoy permite una mira enriquecida que rompe los bordes de las fotografías de postal o los recorridos turísticos tradicionales, y que manifiestan mixturas, ensamblajes y diversidad de identidades bullentes, que permiten romper con aproximaciones tradicionales del adentro y el afuera. El afuera aparece indisolublemente ligado en la generación de un relato cultural más espeso y complejo, marcado por múltiples códigos, que permea y desafía la realidad en los centros, y la construcción de su relato. Así, podría decirse que la capital de Chile, Santiago, suele operar como un péndulo donde la periferia y el centro van y vienen entre sí, componiendo un relato cargado de simbolismos y miradas yuxtapuestas, que modifican incluso las definiciones geográficas, fluyendo en un continuo y discontinuo ida y vuelta, donde la ciudad se diagrama y rediagrama a sí misma, en intento permanente de plan regulador, expuesto a el flujo y los cambios de sus realidades políticas, sociales y culturales. Existiendo una historia de abandono y toma de territorios por distintas clases sociales e identidades culturales, crecientemente desafiadas disputadas también por la incesante migración de las últimas décadas.

5.-La modernización de Santiago

Santiago cambia rápido y sin aviso. La naturaleza sísmica y social de la ciudad, la obliga a una continua transición, a preguntarse permanente qué entiende por modernización. Cambiamos la forma en que vivimos a veces más rápido de lo que podemos asimilarlo y planificarlo. Así, las respuestas en torno a las modernizaciones urbanas recientes, que configuran la capital actual, estuvieron marcadas por el relato económico de la dictadura cívico-militar. Para evitar “ver” los altos bolsones de pobreza, se programaron erradicaciones masivas y creación de nuevas comunas periféricas, segmentando y aumentando la segregación social. A su vez, apoyando el relato de la modernidad económica floreciente, abundó la creación de los centros comerciales: caracoles, shoppings y malls comenzaron a llenar el antiguo espacio público, generando un nuevo modo de recorrer la ciudad y acceder al comercio y sus bienes de consumo, incorporando una estética de desarrollo. En algunas comunas incluso, como en Las Condes o La Florida, la nueva plaza pública se volvió la explanada del mall. La oferta habitacional se triplicó, y antiguas casonas de fachada continua fueron adquiridas por constructoras que montaron enormes edificios de varios pisos para maximizar sus ganancias . El nuevo modelo dejó inscritas sus huellas en la urbe, y muchos escritores narraron lo sucedido desde distintas ópticas. Sin embargo, las huellas de ese Santiago persisten. Aún se puede recorrer el centro atravesando los pasadizos cautivadores de las galerías, tan distintos a los malls; y en la Plaza de Armas podemos ver confrontadas tres siglos arquitectónicos, como una señal suspendida de la ciudad atravesada por culturas y saberes que ha sido siempre la cuenca santiaguina.

6.-El Santiago disidente

Dentro de la ciudad hay muchas ciudades que suelen ser invisible para quienes no conocen sus códigos y que se despliegan contra toda lógica conservadora. Espacios de deseo urbano, de identidades urbanas, que proliferan en el centro histórico de Santiago y sus alrededores. La Plaza de Armas y sus cines porno, las callejuelas internas del centro, las discotecas gays de Bellavista, los faldones del cerro Santa Lucía y el Parque Forestal donde el cruising es moneda cotidiana, los cibercafés de Bellas Artes donde se puede intimar con la tranquilidad de un click, las icónicas Blondie, Carrera y Bal Le Duc, cuya noche no se agota. En esas zonas, gays, lesbianas, travestís y disidencias de todo tipo encuentran cobijo y deriva. En esas zonas la ciudad resignifica su lógica urbana, se libera en un loop de bits interminables donde prima el goce y el deseo y que abren la posibilidad de un Santiago performático, con expresiones notables durante fines de los setenta e inicios de los ochentas, asociados a la resistencia cultural, a partir de la emergencia de nuevas temáticas e identidades.  Santiago como testigo y lienzo de las acciones artísticas-performáticas, icónicas y reconocidas internacionalmente.  Santiago como cuerpo, locación e inspiración de la creación artística en distintos lenguajes, géneros y formatos. El cine, la música, la dramaturgia y el teatro, la danza, entre otros.

7.-El Santiago desde otros territorios

Las miradas sobre la capital chilena que provienen desde las otras regiones del país son siempre disímiles. Las y los habitantes de “provincias”, suelen mirar la ciudad con reticencia, pero también con múltiples expresiones de deseo. “Santiago no es C hile”, fue una consigna que se erigió a fines de los noventa y que sigue vigente hasta hoy; hay que “descentralizar” Chile, suele ser la pancarta común que utilizan los gobiernos recientes. La capital, el supuesto lugar donde pasa todo, donde se decide todo, genera anticuerpos en la población que la mira con distancia, pero también con envidia por las oportunidades que reúne. Y con justa razón, porque a pesar de la existencia de diversos polos culturales diseminados en Valparaíso-Viña del Mar, el gran Concepción, Valdivia, Punta Arenas, Arica o La Serena-Coquimbo, que resultan espacios atractivos y cuya densidad literaria desafía la hegemonía santiaguina, la mayoría de los grandes escritores se han visto obligados a emigrar hacia la capital. Desde Mistral a De Rokha, desde los Parra a Bombal, debieron hacer una “escala” por Santiago, porque pareciera que la capital lo sigue absorbiendo todo , y q ue seguirá siempre siendo la ventana trizada, y a veces grisácea, pero necesaria, del país. Repitiendo, una y otra vez, las migraciones internas desde fines del siglo XIX, y las potentes migraciones desde otros países americanos, provocándonos a remirar las nociones y percepciones de país isla que ha marcado la historia cultural de Chile.

8.-Santiago, memoria y derechos humanos. A cincuenta años del golpe cívico-militar.

Pese a la distancia, las heridas abiertas el once de septiembre, aquel martes funesto de 1973, cuando dos aviones Hawker Hunter coordinados por militares bombardearon La Moneda, la casa del gobierno de todos los habitantes de Chile, ubicada en el centro de Santiago, son aún dolorosas cicatrices. Ese día, se allanaron cientos de poblaciones periféricas, se apresaron y torturaron a miles de mujeres y hombres, se articularon once centros de detención a lo largo del país. La maquinaria cívico militar inició su marcha. Y también esa mañana el presidente Allende, entre cuyas medidas de gobierno estuvo la creación de la editora nacional Quimantú, dio uno de los discursos más entrañables de la historia política chilena. En él, la consigna: “más temprano que tarde, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, se inscribió como mantra que aún resuena por las calles. De ahí que la memoria –y las promesas de otro país posible–, sigan siendo un problema político, estético y literario. Y a cincuenta años de la conmemoración de este hito, que coincide con los cuarenta años de la recuperación de la democracia argentina, volvemos a habitar esta temática, para seguir desmenuzando y cicatrizando las heridas, comprometer justicia, reparación y un nunca más; y comprometernos con la democracia, como un derecho humano inalienable e imprescriptible.