Atacama / Audiovisual PUBLICADO EL 13 OCTUBRE, 2015 Presentan «Surire» en Copiapó: un viaje único y fascinante al altiplano chileno

Perut + Osnovikoff, la destacada pareja de realizadores, son los directores del documental que te transporta en primera fila al Salar de Surire, enclave altiplánico donde conviven la belleza natural, el absurdo humano y el ocaso cultural.

Bettina Perut e Iván Osnovikoff son responsables de algunos de los documentales más fascinantes y arriesgados de la cinematografía chilena. Cuatro años después del documental  La muerte de Pinochet, regresan con «Surire», película estrenada la semana pasada en el país y que este jueves será presentada en Copiapó por Miradoc y el Consejo de la Cultura.

Surire es un salar ubicado en el altiplano chileno a 4.300 metros sobre el nivel del mar, en la frontera con Bolivia. En sus alrededores vive un puñado de ancianos, los últimos sobrevivientes de la cultura aymara en el área. El telón de fondo de este es la maquinaria de una faena minera que deambula por el lugar, entremezclada con flamencos, vicuñas y llamas. La película retrata este espacio único y fascinante en el que conviven la belleza natural, el absurdo humano y el ocaso cultural.

“El rodaje fue muy exigente”

La idea de «Surire» nació en mayo de 2008 cuando los directores buscaban locaciones para Noticias.  “Buscando un salar con flamencos fuimos a dar a Surire”, señalan. “Nos alucinó el paisaje, el silencio, el aislamiento, las transformaciones que experimentaba el lugar en pocos minutos, los animales y plantas, la aparente virginidad de lo que nos rodeaba. ‘Qué ganas de instalarse a hacer una película aquí’, comentamos. Ahí partió la idea, de una fascinación por el lugar”.

Perut y Osnovikoff reconocen que el proceso no fue fácil. “El rodaje fue muy exigente. Cada vez que llegábamos, los tres primeros días eran muy duros, sobre todo en las noches: la falta de oxígeno no te deja dormir por la taquicardia, el dolor de cabeza, etc. Además estaba la desconexión total, sin teléfono, televisión ni radio, nada. Después nos fuimos acostumbrando a eso, pero siempre fue duro. Cuatro veces quedamos atrapados con la camioneta en la nieve o el lodo, y dos tuvimos que pasar la noche a la intemperie, bajo lluvia torrencial, con rayos cayendo a pocos metros, terrible. Pero cuando las cosas empezaban a fluir, íbamos consiguiendo material que sentíamos valioso, y nuestra relación con el lugar y los personajes se iba consolidando. Surire se fue transformando en algo muy querido y, mientras montábamos, la nostalgia del lugar era fuerte”.

Sobre la experiencia de enfrentar el filme, los realizadores confiesan: “Mucha gente que ha visto la película nos comenta que es un verdadero viaje: que los transporta e instala en Surire junto a sus personajes, con una cercanía que los sorprende. Para nosotros eso lo resume todo. Lo que buscamos es trasmitir nuestra mirada sobre este lugar que nos alucinó, pero que sea el propio espectador el que enfrente este mundo de manera autónoma, como si fuera él mismo el protagonista del viaje. Un viaje no sólo en el espacio, sino también en el tiempo”.

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